El escape

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Otro relato basado en un juego de rol, esta vez en Kult. Lo escribí hace ya casi dos años, para un foro desaparecido, inspirado en una imagen y en la lectura de la derrota de la resistencia judía en el Ghetto de Varsovia... Pondría la imagen, pero se ha perdido en algun formateo de la PC.

El escape

La mujer corría y las niñas apenas podían seguirle el paso. La lucha ya llevaba varios meses, una batalla que sabían perdida. Poco a poco el ejército alemán avanzaba por las calles de Varsovia, a pesar de la resistencia. Pero necesitaban armas! Y alimentos. Los guerrilleros polacos ya no podían conseguir mucho más, y cada día, el General Stropp lograba cortar otra fuente de suministros..
En una esquina, soltó a una de las niñas y comenzó a golpear rítmicamente una de las puertas, no sin antes mirar alrededor. Esta se abrió y entraron rápidamente. En el pasillo, disimulado bajo una gran losa, se encontraba la entrada a las alcantarillas. Un hombre de unos 35 años, los esperaba.

-Entren, rápido – dijo, y luego de que las mujeres pasaron, las siguió. Una linterna las iluminó y un segundo hombre volvió a preparar la trampa en la entrada por si los alemanes habían logrado verlas. Un explosivo casero se activaría si la puerta era abierta desde fuera

-¿Quiénes son?- preguntó sorprendido señalándolas. Aún había niños en el ghetto, pero estas parecían bien alimentadas y sus ropas estaban demasiado limpias.

- Las hijas de Miloch Bruch - dijo la mujer, ante lo cual ambos hombres detuvieron su marcha para volver a mirar a las niñas. Uno de ellos, se agachó para mirarlas ante lo cual agregó – Vamonos de aquí, no creo que tarden mucho en entrar.

Comenzaron el camino hacia el refugio. A veces, mientras avanzaban, se oían las voces de los soldados SS a pocos metros, en alguna cloaca paralela. En cierta forma era tranquilizador, con soldados allí al menos no tratarían de inundar el lugar...
Llegaron a una pequeña cloaca por la cual tuvieron que gatear unos cien metros hasta pasar a otra cámara. Las niñas se movían con una agilidad envidiable y pronto tuvieron que volverse a esperar a los demás. Uno de los hombres se quedó atrás, cubriendo el camino.

-¿Están bien?- Preguntó la mujer al salir de allí. Las dos niñas solo la miraron , sin hacer gesto alguno. Nadie hubiera podido decir que eran frías, pero sí eran extrañas. No había expresión alguna en ellas, ni miedo, ni fatiga ni odio hacia sus enemigos... La mujer solo las miró durante unos segundos hasta que tuvo que bajar la vista. En ese momento la llamaron, y aprovechó eso para mirar hacia otro lado. Janos les hacía señas y desde una entrada camuflada, dos hombres se asomaban con sus armas. Habían llegado. En ese momento se escucharon disparos desde donde habían venido. Al otro lado del túnel, el resplandor de las ráfagas dejaba entrever la cara del hombre que había quedado de guardia. Luego, solo hubo oscuridad. Segundos después las voces en alemán se oyeron más cercanas.

Una vez dentro, la mujer volvió a tomar a las niñas y las llevó hacia un grupo de combatientes. Anielewicz estaba inclinado sobre una mesa improvisada alrededor de la cual se encontraba el Estado Mayor judío de Varsovia. Todos volvieron la vista hacia ella.

-Mujer... éste no es el momento para traer niñas aquí, llévalas con el...-

-Son las hijas de Miloch Bruch – dijo desafiante. Todos quedaron en silencio unos segundos, luego el Rabino murmuró unas pocas palabras de la Torá y simultáneamente uno de los jóvenes comenzó a protestar. La mano del joven se levantó, acallándolos. Entonces, como si repitieran una lección aprendida de antemano, las niñas comenzaron a hablar.

-Mordechai, mi padre nos envía para pedirte que lo acompañes, como ya una vez te lo ofreció – dijo una de ellas, tuteándolo con un tono infantil que solo agregaba extrañeza a sus palabras

-El Ghetto caerá, Mordechai. En pocas horas este sitio será barrido por los soldados, solo un motín más reprimido en la Prisión...- No había miedo en su voz aguda

Ante esas palabras, el Rabino comenzó a gritar en Yiddish: -Tu padre está maldito, como maldita está toda su familia! Es un hereje, pervertido por ideas extrañas, alejadas de Yahve!-

Las niñas lo miraron, sin decir palabra. En ese momento el ataque alemán se reanudó. Varias explosiones se escucharon, seguidas del sonido de disparos. Mordechai ignoró por un momento a las niñas, las únicas que habían permanecido impasibles ante el ataque, y se volvió hacia un joven que llegaba corriendo hasta él.

-¡Estamos rodeados!, Los alemanes han entrado al edificio y las alcantarillas están perdidas! – dijo entrecortadamente, luego de lo cual todos los hombres hablaron al mismo tiempo, hasta que Mordechai tomó el control de la situación. Las niñas lo vieron correr hacia uno de los túneles, seguido de los demás. Lo seguían con la mirada, sin entusiasmo alguno, hasta que la mujer volvió a tomarlas de la mano y las llevó a un rincón, junto con los demás niños. Los disparos y las explosiones siguieron, cada vez más cerca
Casi dos horas después, Mordechai regresó, con la mitad de sus hombres. Estaba herido en uno de sus brazos, pero seguía dirigiendo a los sobrevivientes. Se acercó a ellas. Sus ojos estaban enrojecidos por el llanto.

- Hace ya mucho tiempo que no veo a vuestro padre...He visto lo que puede hacer...¿Cómo puede asegurarme él que mis hombres estarán a salvo? ¿Cómo hará que salgamos de aquí, o cómo volveremos?. Somos casi 120 personas-

- No hay seguridades, Mordechai. Esto que te rodea – dijo una de ellas mirándolo a los ojos y abarcando con un gesto de su mano a todos los combatientes cansados pero alertas– no pasa de ser simplemente una desobediencia leve. Hay enemigos más poderosos que los nazis...

La otra niña cerró los ojos y sus dedos se movieron sobre el polvo del piso, a ciegas. Luego los abrió y habló mientras señalaba los sefirot que de modo perfecto había dibujado – “Tau” , mi padre no ofrece libertad, solo la oportunidad de seguir luchando por ella. Ël nos ayudará... “Gimel”, pero debes confiar en nosotras, como parte de tu propia revelación. “Aleph” El camino roza la locura, nosotras somos la llave, debes atreverte a cruzar el límite...

El hombre se levantó, mirándolas aun. Luego, fue con el resto del grupo, dejándolas solas. Ellas lo siguieron con la mirada. Casi podía adivinar lo que pasaba por las gesticulaciones del joven, el rabino, las personas que poco a poco iban rodeándolos. Pero las explosiones comenzaron nuevamente, interrumpiendo la discusión. El polvo caía desde el techo debilitado, y los gritos en alemán se escuchaban muy claramente desde varios sectores. Mordechai regresó, rodeado por un grupo de 25 o 35 personas, casi la mitad de ellos, niños.

- El resto seguirá luchando aquí – dijo, sin ahondar en explicaciones. Luego señaló una vieja puerta de metal – Esta es la entrada a otra cámara. La única entrada... si algo sale mal no tendrán escapatoria

-No vendrás con nosotros – dijo una de ellas mientras la gente comenzaba a entrar a la vieja cámara.

Mordechai miró hacia atrás, el Rabino leía la Torá ante un grupo de gente, la mayoría pobremente armada. Más lejos, otros jóvenes de la Resistencia se parapetaban detrás de los escombros. Se volvió entonces hacia las dos niñas, sonriéndoles – Tengo muchas ganas de ver a Miloch nuevamente... solo retrasaré un poco a los alemanes, para mayor seguridad

Durante unos pocos segundos hubo un silencio incómodo mientras ellas lo miraban fijamente. Luego aceptaron su mentira, como habían aceptado lo que las rodeaba desde que llegaran allí: en silencio, sin gesto alguno. Una de ellas sacó un espejo de una bolsa , la otra rebuscó en sus bolsillos sacando algunas tizas. Entraron ante la mirada de Mordechai, que en silencio cerró la puerta tras ellas, trabándola.

En el interior del amplio lugar, observaron atentamente las paredes húmedas, los arcos entre las columnas. Afuera se oían disparos y explosiones de granadas, junto con gritos de dolor. Todos estaban en silencio, llorando mientras una de las niñas dibujaba un circulo en el piso y dentro de él un pentagrama. Luego comenzaron a escribir, enloquecidamente, concentradas en salir de allí. En los momentos de silencio, solo se escuchaba el rozar de la tiza contra el suelo. Comenzaron a golpear la puerta, la cerradura había sido obstruida y trataban de tirarla abajo. Las niñas se descalzaron, poniéndose luego de pie.

-¡Guardianes de la Ilusión! ¡Poderes Malignos! Aléjense de aquí- gritó una de ellas mientras todos comenzaban a mirarla con espanto. Sus gritos atrajeron inmediatamente la atención de los soldados, que redoblaron sus golpes.. La puerta comenzaba a ceder y una de las paredes era golpeada rítmicamente. – Adonai Sebeoth I Namra

La otra niña dejó caer el espejo al piso, dentro del círculo. El suelo quedó cubierto de pequeños pedazos de vidrio. A un costado, la pared comenzaba a ceder mientras se escuchaban las ordenes de los oficiales SS. Parte de la puerta se dobló hacia adentro y un soldado comenzó a asomarse. Las niñas se tomaron de las manos.

-Agraschat Naib I Samora Aziluth Malkut – Gritaron al unísono – MUÉSTRANOS LA CIUDAD DE LOS DIOSES, EL ENORME FOSO, EL CIELO SIN COLOR!!!

Seguían gritando cuando comenzaron a caminar sobre los vidrios rotos, lentamente, sintiendo clavarse alguno de ellos. A su alrededor, la gente lloraba mientras el soldado comenzaba a meter su brazo y a apuntar la ametralladora. Y en ese momento los gritos comenzaron al otro lado de la puerta. Gritos de un terror absoluto. Disparos, un fuerte golpe contra la puerta que volvió a ceder, pero mostrando el cuerpo destrozado del alemán, encajado a la fuerza en el hueco.
Las niñas se apartaron, sangrando aun, sin una queja.
Desde los pedazos de espejo ensangrentados comenzó a elevarse una niebla oscura, formando un portal a la Ciudad.
Una de ellas caminó hacia la niebla y se metió lentamente, desapareciendo. Los disparos ahora terminaban, mientras afuera, los gritos de terror se hacían más fuertes. La segunda niña levantó el brazo, señalando la niebla. Poco a poco, hombres, mujeres y niños comenzaron a atravesarla, temerosos de lo que encontrarían, temerosos de lo que dejaban atrás.

Del otro lado solo llegaban golpes y gemidos. Solo la segunda niña quedaba frente a la niebla. Entonces, haciendo caer un pedazo de pared, la puerta fue arrancada, levantada en el aire por un deforme brazo y descargada sobre un oficial alemán una vez, y otra y otra más. Por el hueco se alcanzaba a ver a un hombre, desnudo, enorme. La piel parecía estirada, los músculos hipertrofiados. Se lanzó contra la pared y ésta, debilitada, cayó, dejando ver por completo el cuerpo. Estaba semiagachado y aun así debía medir tres metros de alto. Sus manos y cara estaban contracturados y los ojos giraron enloquecidos hasta posarse en la niña que ahora, por primera vez desde que llegara, comenzaba a sonreir...

-Padre...- susurró. La extraña criatura la miró, y su boca deforme se contrajo en algo parecido a una sonrisa. Sin dejar de mirarlo, la niña comenzó a entrar a la Ciudad. Luego su padre la siguió...

Escapando de la Prisión

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