Ojos verdes

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Ojos verdes


El Ferrari se estacionó preciso, milimetricamente exacto, en el espacio reservado exclusivamente para él en el Hilton. El motor resuena como el aliento de una bestia salvaje que no ha sido exigida hoy. Cuando el conductor baja, la Seguridad del hotel lo espera a un par de metros de distancia. La mantendrán en todo momento en los pocos metros que lo separan del elevador. El celular suena y al mirar la pequeña pantalla, se sonríe. El mensaje es corto y preciso: "Tienes un regalo. Vick". Su socio está feliz. Tiene motivos: todo ha salido bien. Poco tardarán en ser doce millones más ricos. La ciudad? Tendrá blanca de primera categoría. El hombre de traje a medida, toma solo el ascensor hacia el penthouse del hotel. Mientras sube, silencioso, se afloja la corbata de seda y saca los gemelos de oro de los puños. El frenar es imperceptible. Solo un sonido electrónico anuncia la llegada y luego, las puertas se abren. Frente a él, la enorme sala de estar. La mesa de billar, el bar en un costado, el jacuzzi, los grandes sillones tapizados en cuero. Pero sus ojos no se despegan de la rubia que está poniendose de pie. La comisura de esos labios perfectos se curvan en una sonrisa sensual y cada paso al avanzar hacia él, convierte al ajustado vestido de noche en la última puerta al paraíso. Cuando la muchacha de ojos verdes habla, su voz es dulcísima.

-Buenas noches, Michael...-


Eran casi las 5 de la mañana cuando llegó. El timbre de la puerta no cesaba de sonar una y otra vez y luego, como si no fuera suficiente, se agregaron los golpes de puño. Sophia caminaba hacia la puerta, semidesnuda, envolviendose en una bata raída, la cara contraída por el efecto de las drogas. La miro ir... Todo el edificio parece moverse, como si fuera él quien acercara el picaporte a su mano. Los sonidos parecen llegar de muy lejos, pero mi vista no me engaña. Cuando la puerta se abre, veo a Alison y sé que los problemas llegan. El rubio pelo enmarañado, las ropas sueltas, rotas. Sus ojos enloquecidos me buscan, los dedos se aferran al brazo de Sophia, clavandose en él e ignorando el gesto de dolor. Tiene un golpe en la boca... - Me violaron...

Michael la miró. En realidad, no había podido despegar sus ojos de ella, siguiendo no solo las curvas de su cuerpo perfecto, sino el largo cuello, la cara de piel suave y labios delicados. Lo supo en el acto. Nunca podría tener a su disposición a alguien mejor. Buenas amantes? podría apostarlo! Pero nunca alguien como ella. No más hermosa, ni más deseable, ni más...perfecta. Caminaba hacia él con la gracia de una gata. Una mezcla perfecta de sensualidad y desenfado. La voz era como una caricia sutil a lo largo de su espalda. - Soy Alison...- Los ojos verdes se clavaron profundamente en los del hombre, que impactado aun, sonrió nerviosamente.-...pero puedes llamarme como desées...

Sobre el piso de madera, en posición fetal, sus dedos trataban de aferrarse a la madera, raspándola con las uñas. Comenzamos a rodearla. Miré a Sophia, a mi lado. La bata entreabierta dejaba ver uno de sus pechos y acomodé la tela pudorosamente. Es tonto, yo mismo estoy desnudo. Nick y Marian tambien se acercan. El mexicano, el que recibimos hacía solo una semana, es el último en venir. Su quijada sobresale hacia fuera y un tic insistente hace que sus ojos se entrecierren en un guiño mientras su cabeza se mueve rítmicamente en un espasmo suave, efecto del Thorazine, probablemente. Me arden los ojos, pero eso no me impide ver el cuerpo desmadejado de Alison, la respiración entrecortada. Es en ese momento en que me doy cuenta que solo trae una camisa rota. Sus largas piernas están cubiertas de moretones, las nalgas cubiertas de estrías rojas, azotada. Un hilo de sangre resbala de entre sus piernas...Aun tiene una sandalia de taco alto, negra, en uno de sus pies. No puedo soportar la asimetría y la descalzo mientras habla entre hipos y sollozos- Michael y... y... su socio... Me golpearon! Se burlaron de mí! Arrancaron mi ropa... y dij... dijeron que... que... que nunca volvería a ser bella...

-Estás cansado...- No era una pregunta. La rubia se acercaba con la tranquilidad de quien se sabe en control de la situación. Es más alta que él. Eso no le desagrada. Le ofrece una copa y los párpados caen suavemente mientras inclina la cabeza, aceptando con una sonrisa cálida. Mientras Michael prepara un par de martinis, siente las suaves manos sobre sus hombros. Se siente extraño... Sabe que la poseerá, que la tendrá toda la noche, que la tomará cuantas veces quiera... Pero en ese momento, solo se contenta con la seguridad que la mujer irradia, su presencia, incluso solo con la mirada de deseo que esos profundos ojos verdes le muestran al girarse y darle el trago.

-Mátalos! - Alison no se queda quieta. mientras habla, Sophia trata de vendar el corte que han hecho en su mejilla. No es profundo y aunque ha sangrado bastante, ya no lo hace. Uno de sus dientes está astillado. Creo que la nariz está rota. No soy médico. Me escapo de ellos y de cosas peores. Por eso estamos aqui...Miro a quien me había cuidado durante casi cuatro años. Lastimada. Rota.- Mira lo que me hicieron. MÍRAME!!! -Las manos, como garras, se clavan en mi piel. Me lastima, pero no me quejo. Una de sus uñas termina de romperse. El ojo derecho se está hinchando, pero aun puedo ver ambos, de ese verde tan particular, destellando de furia 

Toma la copa sin dejar de mirarlo. Bebe apenas. Luego, se acerca. "Alison", se recuerda a si mismo mientras la besa, sintiendo el gusto del licor en la lengua que ella, casi tímidamente, pasa sobre sus labios. Las manos ya no pueden controlarse, buscan los pechos de la mujer. Los quiere, no importa si debe romper su ropa. Quiere sentirlos, apretarlos, poseerlos como a toda ella. Pero las muñecas son apresadas, la boca que desea se aleja y la mirada de Alison está fija en él. Una sonrisa divertida. Siente como le separa los brazos, dejándolos abiertos. Por primera vez se da cuenta que el deseo lo ha paralizado. Es ella quien controla el momento quien abre los puños de la camisa. Las uñas de sus manos rozan los músculos de cada brazo, recorriéndolos en dirección al pecho. La tela de la camisa deja escuchar un roce suave y pronto, Alison va descubriendo la piel, subiendo con sus dedos, acariciando los hombros hasta que la camisa resbala hacia el piso...

El lugar ha sido preparado, purificado durante horas. El sótano es iluminado por decenas de velas a mi alrededor. El piso ha sido levantado hace años y la humedad de la tierra se hace sentir en mis rodillas... El carbón arde en el centro y es Alison quien lo mantiene vivo. A traves de las llamas, veo a Sophia, tambien a gatas, escribiendo los signos. Tomo una nueva tiza y dibujo uno de los sellos de los Señores. Todos estamos presentes. Todos hemos sido purificados, lavados... Miro a Alison. Aun renguea al caminar, hace un gesto de dolor. Los moretones de su cara y brazos van mejorando. -Podemos comenzar- digo entonces, terminando el sello de Kasbeel. 
El pentagrama ha sido dibujado. Nick enciende las velas de los demás... Luego, cada uno de ellos hace arder el azufre de cada una de las puntas donde se ubicarán. La miro. Está nerviosa, puedo notarlo, pero afirma cerrando sus ojos... Tomo la daga y me acerco al primero de los 72 sellos. El filo corta mi piel y un delgado hilo de sangre resbala a lo largo de mi antebrazo, cayendo sobre el dibujo


-Adramelech!!! Señor de los Infiernos, Octavo entre los Sephitots, escuchame, te invoco!!!- Mi voz resuena en nuestro templo. Veo los ojos verdes de Alison dudar, mirar hacia un costado, temerosa. Le sonrío-Michael White!!! Muestramelo, muestrame las tormentas de sus miedos, los temblores de sus noches, la desesperación que gana su alma... Adramelech!, el precio ha sido pagado en sangre!!!

En el lugar cerrado, la brisa nace de la nada y refresca mi rostro. Los colores se confunden, los sonidos se profundizan mientras bailo, caminando hacia el próximo sello...


Los dedos de Alison se apoyan en el masculino pecho y presionan, haciéndolo retroceder. Dos... tres pasos hasta que las piernas de Michael chocan contra el borde de la cama. Se sienta, mirándola frente a él. trata de llegar a la llave de luz, esa parte del cuarto está en semipenumbras y quiere verla... Pero ella no lo permite. Sus dedos juegan con el cinturón, abriendolo... Luego, el cierre del pantalón baja... lentamente. La ve relamiendose, golosa, y se saca los zapatos empujándolos con uno y otro pie. La hermosa rubia se muerde el labio. Ambas manos entre su piel y la tela... En el momento en que pantalón y ropa interior son empujadas hacia abajo, desnudándolo, se oye su suspiro de deseo...
De pie ahora, altiva ante él, lo mira y hace que su vestido se deslice al suelo. Desnuda. Perfecta. Se acerca... comienza a besar sus labios... a bajar por el cuello, a recorrer el cuerpo de Michael. Roza con sus dientes uno de los pezones y baja a pequeñas mordidas. Las manos del hombre se meten entre su pelo, impaciente, presionando y...

ella... 

ríe...

lanzando su cálido aliento sobre el ombligo...


Estoy mareado... Mi brazo late, completamente enrojecido por la sangre. Han sido cortes poco profundos, pero 72 nuevas cicatrices adornan mi piel ahora. Bailo aun, dirigiéndome al altar. La habitación parece dar vueltas, los párpados me pesan y trastabillo. Noto la mirada preocupada de Sophia. Logra mantenerse en el lugar mientras me detengo un segundo. Y comienzo nuevamente el lento baile. 
El altar...
Dejo la daga. Tengo el brazo contraído contra el pecho. La sangre mancha el mantel. Tomo el cabello. Los cabellos de ambos, unos rubios, otro mechón oscuro, casi negro... Vuelvo al centro. Tiemblo, pero ya lo he logrado. No dejaré que Alison sufra. Sus ojos verdes están clavados en mi. Sabe que es el final...

Arrojo los cabellos hacia el carbón encendido y el olor acre al quemarse invade el cuarto...-Michael White!!! Viktor Lipka!!! Que la prisión envíe vuestros miedos!!! Que los 72 Señores hagan realidad vuestros temores!!! El pacto ha sido hecho!El pacto ha sido hecho!

Las llamas se elevan, remolinean en la habitación. El mexicano se pone en cuclillas, temeroso, Nick estira su brazo tratando de llegar a Marian... Las llamas se elevan... toman formas cambiantes, giran, se acercan. Se acercan a mí!!! Una, dos tres bocas parecen formarse de la nada, En medio del fuego, llego a ver hilos de sangre, espesándose, tomando forma. Las bocas se unen en una y el ser grita, a solo unos centímetros de mi cara. Informe, cambiante, solo veo su mirada, sus profundos ojos verdes de pupilas gatunas fijos en mí... 

Luego, las llamas flotan en el aire, buscan una salida. Se pierden en la noche.

Está hecho.


Los labios bajan. Muerde las caderas. El sonido de los pequeños besos es lo único que se oye a medida que comienza a bajar sobre el muslo de Michael. Un beso, un roce de su lengua, las uñas que pasan sobre su vientre, que juegan, presionan, recorren el vello masculino. La mano se cierra sobre el sexo erguido... La boca da una pequeña mordidita en la zona interna de sus muslos y el hombre gime... la espalda se arquea, dejándose llevar por el movimiento rítmico. Estira sus brazos, se aferra a las sábanas y la mano izquierda toca entonces el líquido espeso. Michael suspira, sintiendo avanzart la tibieza de su lengua a lo largo del muslo. 
Suelta la sábana... lleva la mano encima de su rostro... y ve la sangre, espesa, fría.
Se apoya, sorprendido, sobre sus codos. La boca se abre y la mano busca nuevamente el interruptor de la luz. Se estira para atrás y siente esa humedad desagradable bajo sus hombros. 

La habitacion se ilumina. Parte de la cama está cubierta de sangre y visceras. En el techo de la habitación ve la cabeza y parte del torso de su socio. Comienza a gritar cuando se da cuenta de qué es lo que han usado como sogas para colgarlos allí. Grita...

Y grita cuando siente la mano que, sin temor alguno, aun se aferra a su sexo. Cuando las uñas como garras se hunden en su piel. Grita cuando vuelve a mirarla y ve que esos profundos ojos verdes siguen fijos en él, que las pupilas se angostan, como las de un gato. Que la boca se ha estirado hacia los costados, que los dientes se alargan, filosos. El aliento hediondo le da arcadas. Grita cuando las mandibulas se cierran, atrapando, desgarrando...

Es solo el comienzo.